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- Psic. Laura Fernández Torrisi
- Naucalpan, Estado de México, Mexico
- ♆ Dirigido a público en general, con temas seleccionados para el bienestar de la salud emocional, el desarrollo humano y la familia. También a la comunidad de mujeres con ENDOMETRIOSIS.Quisiera aportar, por este medio y contando con mi preparación académica, así como con mi experiencia de vida, y laboral, algo que pudiera ayudar a mejorar la calidad de vida de quien lo lea. Servir de orientación para quien desée realizar cambios positivos, o para buscar el apoyo adecuado en el momento que se requiera. PARA TODA PERSONA INTERESADA EN SU CRECIMIENTO PERSONAL.
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viernes, 13 de junio de 2014
ENFERMEDAD Y PÉRDIDA DE SALUD - Por: Laura Fernández Torrisi
Todos sabemos que la vida tiene un significado, sólo que a veces lo olvidamos. Qué es lo que más nos confronta con ese sentido y dirección de nuestra vida; la simple posibilidad de perderla. Frecuentemente un diagnóstico.Aparece
en escena un nuevo personaje, la enfermedad. Crónica o degenerativa o “incurable”.
Esto puede llevarnos de la mano a vivir con una gran angustia ante el futuro,
hundirnos en una fuerte depresión, aislarnos de los demás, privarnos de las
ganas o el gusto de experimentar el proceso de vivir. Y empezar a transitar el
camino de la enfermedad.
La
simple palabra nos provoca incertidumbre, tristeza, impotencia, falta de
opciones. Es una situación que no elegimos, no fuimos tomadas en cuenta en esta
elección, no se nos preguntó si queríamos ni qué opinábamos al respecto. Sólo
comenzó el dolor, y ella apareció, se presentó con su nombre: Endometriosis. Un
nombre que ni si quiera habíamos oído antes ¿Endo quéee?... Esta y muchas otras
preguntas, pocas respuestas. Empezamos a
sentirnos perdidas en esta representación que es nuestra vida.
A
penas empezamos a entender (o a no entender) y tenemos que empezar a aceptar
que ella es parte de nuestra vida. No es una intrusa, es parte nuestra. Nos
enoja porque tal parece que ella decide, impone tratamientos, cirugías,
medicamentos, exámenes. Provoca malestares, problemas con la familia, el
trabajo, la escuela, la pereja… Parece que tuviera incluso el poder de decidir
lo que hacemos (si puedo o no hacerlo), si puedo sentirme bien o si puedo tener
un hijo. Por supuesto es muy difícil abrir los brazos y decirle “bienvenida,
acepto que seas parte de mi vida”.
Nuestra existencia está marcada por el enfrentamiento a
situaciones que provocan pensamientos, sentimientos y reacciones, que nos desequilibran
en lo cotidiano. La forma en que cada persona utiliza sus recursos individuales
o redes significativas para enfrentarla, hace la diferencia en que una
situación se convierta en un proceso de evolución y crecimiento o de conflicto
y deterioro.
Las situaciones de crisis, circunstanciales o de desarrollo,
nos van a provocar al experimentarlas pérdida de control emocional para
manejarlas, por lo tanto, disminuye la capacidad para plantear y generar soluciones. Cada
crisis es experimentada y enfrentada por cada una de nosotras de forma única y
diferente, no se puede generalizar acerca de las crisis o saber cuál provoca
más angustia o estrés, sin embargo, las crisis más comunes son las relacionadas
con la alteración de la salud física. Estas crisis dependiendo de la gravedad
de la enfermedad, genera mayor estado de
angustia e involucra a mayor número de personas, por la amenaza explícita o
implícita que representa para la vida o para el bienestar o calidad de vida.
La endometriosis es una enfermedad que hace que la persona,
su pareja, la familia, experimente
situaciones de crisis, por el agudizamiento de las manifestaciones físicas, el
dolor, la incapacidad de realizar las labores cotidianas, las ausencias
laborales y escolares; la infertilidad; hospitalizaciones, etc. que van provocando
poco a poco pérdida de capacidades para el funcionamiento social y familiar. A
la crisis generada por las consecuencias de la enfermedad, se asocia una nueva
situación de crisis: la provocada por el tratamiento médico, o sea los
estudios, los medicamentos (hormonales) y sus efectos secundarios, la
frustración por tratamientos que funcionan o funcionan por un tiempo y la
enfermedad regresa, los analgésicos que no hacen efecto, las intervenciones
quirúrgicas (muchas con secuelas graves o irreversibles) y los gastos
económicos que todo esto representa cuando en este contexto muchas veces es imposible
trabajar.
Sin
embargo hay otra invitada a esta escena y esa se llama Actitud. La actitud es
la predisposición a responder de una forma determinada, tener una reacción
favorable o desfavorable ante lo que sucede. Aquí entran valores, creencias,
opiniones (la idea que tienes sobre un tema); sentimientos (reacciones
emocionales) y conductas (tendencias a comportarse según opiniones y
sentimientos propios), todo relacionado entre sí. Nuestra actitud determina
todo lo que sucede, tu propio concepto y percepción de la vida. Las actitudes
son nuestra propia creación, el resultado de nuestras experiencias y los
cimientos de la motivación. Están en continua transformación. No son “la
realidad” son modificables constantemente. Si nuestras actitudes son nuestra
propia creación las únicas responsables por mantener o cambiar una actitud
somos nosotras mismas.
No
somos como un producto fijo o terminado, somos personas en desarrollo y en
constante proceso de cambio. Es nuestra decisión quedarnos sentadas
lamentándonos de los que nos toca vivir, tomar el papel de culpable o de
víctima o hacer algo respecto a esa situación, darse cuenta, asumir la
responsabilidad, querer estar mejor. Tendemos
a pensar que todo lo externo debería cambiar: los demás deberían hacer otras
cosas, la enfermedad no debió afectarme a mi… etc. etc.
En
pocas palabras tu salud y tu vida están en tus manos. Siempre tenemos una
participación activa en los tratamientos y mientras estamos en el quirófano. Necesitamos
de preparación previa (si es una cirugía programada) tranquilidad y actitud
positiva. Pensamientos de esperanza, confianza en el médico, alimentarnos bien
y dormir los días previos a la intervención. Hablar de lo que sentimos. Mantenernos
tranquilas ayuda a no alterar la presión arterial y los ritmos cardíacos. Ayuda
a que nuestro cuerpo mantenga sus niveles en equilibrio. Estar informadas,
preguntar y no hacer lo que no queremos hacer (aunque otros opinen que si).
Esto es no estar pasiva ante la enfermedad, sino participar.
Si
nuestra actitud es de asentir a la vida, decir SI a la vida, esto nos vuelve
participativas, responsables, activas. De lo contrario, nos convertimos en
observadoras, como si nuestra vida le perteneciera a otros. La enfermedad tiene
momentos oscuros, sin embargo la actitud positiva nos permite reconocer que no
hay momento más oscuro que cuando va a salir el sol.
Escrito por: Laura Fernández Torrisi
Etiquetas:ENDOMETRIOSIS,SALUD Y EMOCIONES | 0
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domingo, 1 de junio de 2014
INGRÁVIDA MIRADA - Por: LAURA FERNÁNDEZ TORRISI
Algo cambia al darme cuenta de su mirada, empiezo a reconocer a ese observador cercano, a identificarme, distinguir a otros a partir de mí. Imagino una línea en forma de espiral, a veces es como un laberinto de espejos del que quiero escapar y más me atrapa, o como algo escabroso que necesito suavizar. Otras veces esa espiral es un deleite, puedo resbalar en ella como una pequeña de un tobogán, sin importarme donde voy a caer. Sé que tiene un final, hoy puedo distinguir el principio a partir de ese fin. Estoy en un punto, recorrí la mitad de este remolino, puedo detenerme de pronto pero no estar inmóvil, puedo mirar hacia atrás, perderme un poco, reconocer afectos que están o que se fueron, lugares de infancia que son secretos entre mi niñez y yo. Vislumbro el camino que falta recorrer, entonces otra vez me pierdo. Necesito regresar a este punto, sentir que estoy aquí con el fruto cosechado en las manos, tal vez no el mejor, eso no lo sé, pero sí el elegido. El remolino me vuelve a sacudir, no es fácil mantenerme, me arrastra, surgen preguntas como flores silvestres, esas que nadie siembra y nadie llama, pero crecen inevitables a lo largo del sendero. ¿Hacia dónde seguir? ¿Hasta cuándo? Puedo ver el comienzo pero no donde termina. Vuelvo la vista atrás, me percato de otros caminos, brotan como alocadas ramas de un mismo tronco, visibles, lejanas. Nunca antes los vi, tal vez siempre estuvieron cubiertos por la niebla de mi ignorancia, por la inocencia. Me doy cuenta de las diferencias entre pasar por la vereda y embarrarse los pies de lodo, entre lo que fue y lo que es, entre estar sólo y compartir, apretar o soltar, odiar o amar y perdonar, realidad y sueño, entre ver pasar la vida o pasear con ella. Pasan las estaciones una a una, vuelven a empezar, todo es un continuo; brota lo nuevo, las hojas secas caen, siempre, siempre así, hasta que el reloj se detiene. Quisiera abrir las manos al final de la primavera, rescatar los pétalos que resistieron al viento. Ahora veo pasar mi vida por primera vez, su intensidad me sacude en este punto de la espiral, siento que ya no hay más, quiero correr, tocarla, arrancarle un pedazo, morderla, atraparla. Los ojos del observador se abren cada vez más, translúcidos, perspicaces. A través de su transparencia puedo ver con claridad mi recorrido, lavado por una embelesada lluvia de cristalinos y demacrados dedos. Surge un crepuscular deseo de levantar los pétalos, los guardo en mi centro, debajo de la piel, donde se vuelven carmesí. Marejada de rubíes destellan sabiduría, vibran al ritmo lento del aire con la música de la vida y de la muerte en su eterno florecimiento…. Nunca detuve mi andar, percibí lo intenso de la vida, ahora siento su embate, vertiginosa, fugaz, inalcanzable… El viento se convierte en suspiros, los gritos en leves susurros, sutiles caricias mecen mi cuerpo, algo se ilumina, se desprende, me transforma como por un hechizo en levedad, en sagaces ojos, en el asombro de ser yo ese observador cercano. Desde aquí todo se ve diferente, ahora comprendo el sentido de zambullirme en la vida, dejarme salpicar, entrar al torbellino de llegadas, arrebatos, zarandeos y calma. Mi visión es borrosa todavía, miro hacia arriba, la sensación de ser observada se desvanece, se pierde en el aire, todo es distinto. Estoy, no soy un espectador pasivo, algo cambia en mí de la paz a la conmoción, escucho sonidos, voces, estoy confundida, de a poco aparecen, se aclaran las imágenes, los ruidos, alguien me espera, oigo el ritmo de un aparato casi musical, otra voz dice con entusiasmo: el ritmo cardíaco se normaliza. Tú estás a mi lado, tomas mi mano, dices sonriendo húmedamente: creí que no regresarías, pero estás aquí. Se mojan mis ojos, oigo un susurro, allá todo es eterno, efímero, aquí está el punto final del torbellino, nada vive sólo durando en el tiempo, nada es permanente ni estático, todo es un ir y venir, atrapar la exaltación, la novedad, el instante preciso, asimilar lo sublime… Abro y cierro los ojos, una y otra vez, parpadeo mi sorpresa, mi estupor. La luz molesta, hago un gran esfuerzo por tocar tu imagen, es distinta pero la reconozco, sigues a mi lado. Mis palabras se articulan, reviven, asoman sin ruido, gotean mudas desde mis ojos, brotan, expresan, escurren. El eco de tu voz se conecta, resuena, lo dejo entrar, abro mi corazón, vibra mi cuerpo en tu armonía, tiemblo como móviles cuerdas sobre sensible y lisa madera. Tu tono sereno, ondulado, simple en comunión con la brisa baja como envoltura sagrada, me cubre mientras dibuja una simbólica coreografía, vuelvo a enfocar la mirada, tu imagen nebulosa se convierte en significado, en etéreo mensaje de letras esbozadas para mí, recibo la señal con los ojos abiertos y el alma descubierta, deshojada, desnuda, extasiada leo el dibujo de tus dedos en el aire: Bienvenida a la danza de la vida…
Escrito por: LAURA FERNÁNDEZ TORRISI
Etiquetas:Algo personal | 0
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