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Naucalpan, Estado de México, Mexico
♆ Dirigido a público en general, con temas seleccionados para el bienestar de la salud emocional, el desarrollo humano y la familia. También a la comunidad de mujeres con ENDOMETRIOSIS.Quisiera aportar, por este medio y contando con mi preparación académica, así como con mi experiencia de vida, y laboral, algo que pudiera ayudar a mejorar la calidad de vida de quien lo lea. Servir de orientación para quien desée realizar cambios positivos, o para buscar el apoyo adecuado en el momento que se requiera. PARA TODA PERSONA INTERESADA EN SU CRECIMIENTO PERSONAL.

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martes, 11 de diciembre de 2012

COLORÍN COLORADO... ESTE CUENTO HA CAMBIADO... Por: Laura Fernández Torrisi



Yo no soy quien quisiera ser.
No soy el que debería ser.
No soy el que mi mamá quería que fuese.
Ni siquiera soy el que fui.
YO SOY QUIEN SOY.

Tú no eres quien yo necesito que seas.
Tú no eres el que fuiste.
Tú no eres como a mí me conviene.
Tú no eres como yo quiero.
TÚ ERES COMO ERES.
(Jorge Bucay)

¿Por qué es importante hablar de creencias? 
Porque nuestras creencias rigen nuestra manera de sentir, pensar, actuar y reaccionar; o nos bloquean para no actuar. Son las que nos llevan a movernos en nuestra vida de una determinada forma. 
Nuestras creencias son generalizaciones, unen experiencias, valores, estados internos y expectativas; construyen la fábrica de nuestra realidad. 
Una creencia es una idea que tenemos, pensamos y sentimos verdadera. Son experiencias internas, ocurren tanto en nuestras mentes como en nuestros cuerpos. 
Las creencias pueden ser potenciadoras o limitantes: 
Las primeras son aquellas que potencian nuestras capacidades y nuestra estima personal, y nos hacen sentir bien; las segundas son aquellas que limitan nuestro potencial y son un obstáculo para alcanzar nuestras metas. 
Por ejemplo, una creencia potenciadora es “conseguir un trabajo es fácil” y una creencia limitante es “en este país no hay trabajos suficientes”. El resultado de creernos una cosa o la otra es muy diferente. En el primer caso, disfrutaremos con seguridad de un trabajo satisfactorio y bien remunerado; en el segundo, o no lo tendremos o si lo encontramos acabaremos renunciando o estaremos a disgusto con él. Es así como nuestra realidad se va a ajustar SIEMPRE a lo que creemos... 
Podemos decir también para explicar esto, que tenemos dos mentes: la mente consciente y la mente subconsciente. Entre otras funciones, nuestra mente consciente es la que controla el pensamiento racional y lógico, se encarga de analizar, juzgar y decidir. Por su parte, la mente subconsciente es la encargada entre otras muchas cosas de guardar la información: vendría a ser como un archivo gigante donde están guardados los recuerdos de nuestras experiencias y todo nuestro sistema de creencias. 
Todos los seres humanos, desde pequeños, vamos formando nuestro autoconcepto, o el concepto que tenemos de nosotros mismos, la opinión que tenemos de nosotros y la historia que nos contamos de nuestra vida. La forma en la que nos vemos y en la que nos contamos nuestra historia determina nuestro vivir, así como el éxito o fracaso de lo que emprendemos y de las relaciones que tenemos con los otros. 
Para formar el autoconcepto intervienen desde que el niño nace (algunos autores opinan que desde antes) los padres o las figuras significativas que se encarguen de la crianza.
El niño nace “en blanco” sin lenguaje, sin ideas, sin conocimiento del mundo. Los padres son los encargados de mostrarle cómo es ese mundo y de enseñarle. El niño se ve en ese espejo que son sus padres, si mamá sonríe ante un gesto del bebé, éste se siente contento y si mamá se enoja o hace un gesto de molestia lo percibirá y su sensación será de desagrado. Desde ahí, el niño aprende que hay cosas que hace que agradan a sus padres y otras que no. Tal vez aprenda a hacer las cosas en las que sienta la aprobación, el contento. 
Así se va creando un marco de referencia de lo que “está bien y lo que está mal”. Con el concepto de sí mismo ocurre igual, el niño percibe, ve y escucha todo el lenguaje, tanto verbal como analógico (no verbal). Y va sintiendo, escuchando, percibiendo ese lenguaje, esas palabras, lo va interiorizando, haciendo lo propio. Agrada o no agrada. Es bonito o feo; “bien portado” o niño malo; egoísta, tonto o lo mejor que hay en el universo. El concepto que va formando de su persona, empieza por lo que los demás, en especial los padres, dicen que es. Creencias como: no sirvo, no valgo, no merezco… son las que están presentes en todos los aspectos de nuestra vida. Frases escuchadas por los niños como: No sirves para nada; aprende de tu hermano; tú eres el hombre de la casa; cuida a tus hermanos; tu papá me hizo...; tu mamá es una mentirosa.... etc etc.
Así crecemos y vamos por la vida con la creencia de que somos esa persona que los demás dicen que somos. Muchas veces esto no es así y empezamos a darnos cuenta que hay incongruencia entre lo que los demás ven y lo que yo soy.

La mayoría de las creencias se forman en la infancia, de lo que se ve, se oye y se experimenta entre los 0 y los 6 años.
Resulta, así, evidente que la mayoría de creencias que tenemos ¡no son nuestras! Son los "programas" que, casi siempre con la mejor intención, grabaron educadores (padres, profesores, amigos, etc.) cuando éramos niños y no teníamos todavía capacidad de razonar. 
La mente subconsciente (que funciona por hábitos, por repetición automática) va siempre un paso por delante de nosotros, de nuestra mente consciente. 
Está claro que cuando dejamos de “estar presentes”, de activar nuestra mente consciente creativa, dejamos entonces de ser nosotros mismos porque pasamos a expresar la programación que hay en nuestro subconsciente, es decir, nos comportamos con la base de unas creencias que no son las nuestras... 
Creencias y autoestima están directamente ligadas, y tendremos una autoestima más o menos sana, según sean nuestras creencias. Con la edad comienza la responsabilidad de asumir nuestros sentimientos y emociones básicas. Incluso en la pareja, cuando hay una pelea, podemos observar a dos NIÑOS HERIDOS peleando. 

Según la definición de Nathaniel Branden, la autoestima es la disposición a considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad. 
La autoestima tiene dos componentes esenciales relacionados entre sí: uno es la sensación de confianza frente a los desafíos de la vida: EFICACIA PERSONAL y el otro es la sensación de considerarse merecedor de la felicidad: EL RESPETO A UNO MISMO. 
LA EFICACIA PERSONAL significa confianza en el funcionamiento de la mente, en la capacidad para pensar y entender, para aprender, elegir y tomar decisiones; confianza en la capacidad para entender los hechos de la realidad que entran en el ámbito de los propios intereses y necesidades; en creer en sí mismo, en la confianza en sí mismo. 
EL RESPETO EN UNO MISMO significa el reafirmante en la valía personal, es una actitud positiva hacia el derecho de vivir y de ser feliz; el confort al reafirmar de forma apropiada los pensamientos, deseos y necesidades; es el sentimiento de que la alegría y la satisfacción son derechos innatos naturales. 

Más concretamente, podemos decir que la autoestima es: 
1 La confianza en nuestra capacidad de pensar, en nuestra capacidad de enfrentarnos a los desafíos básicos de la vida. 
2 La confianza en nuestro derecho a triunfar y a ser felices; el sentimiento de ser respetables, de ser dignos, y de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y carencias, a alcanzar nuestros principios morales y a gozar del fruto de nuestros esfuerzos. 

Por ejemplo, al completa la siguiente oración: Yo (tu nombre), soy _____ creencias, creencias, creencias…. 

Nuestro sistema de creencias crea nuestra realidad, por ejemplo, si crees que no eres una persona activa , tienes razón. Si crees que te puedes curar de una enfermedad, también tienes razón. Si crees que eres una persona olvidadiza, despistada… también tienes razón. Lo importante es reconocer y cambiar las creencias limitantes. 
Hacerse consciente de que la esencia es más que un conjunto de creencias, va más allá de eso. Generalmente hay una justificación para una conducta o hábito indeseado: “es que yo soy así”, si nos damos cuenta, ya no podemos decir esto. Cada quien es quién decida ser, y si no decides quien ser, de esta forma estás tomando esta decisión (no decidir).
Muchas veces basta con solamente hacerse consciente de una creencia limitante para que esta desaparezca, pero lo más difícil es encontrarla. 

Todos tenemos nuestros puntos ciegos; son esos puntos que para otras personas resulte fácil ver en nosotros o reconocer en nuestro discurso, pero que sin embargo nosotros no los vemos. Estos puntos nos impiden reconocer nuestras creencias, ya que generalmente están tan arraigadas como escondidas en esos puntos. 
La autoestima es una consecuencia, un producto de prácticas que se generan interiormente, no podemos trabajar directamente sobre la autoestima, ni sobre la nuestra ni sobre la de nadie. Debemos dirigirnos a la fuente de la misma, nuestras creencias sanas o limitantes. Las vigentes y las obsoletas. Las que impulsan y sirven y las que nos detienen o paralizan.
La autoestima consiste en saber y valorar que soy la persona que verdaderamente soy.

Tenemos siempre la posibilidad de hacer algo nuevo con lo que ya tenemos. Podemos extender siempre ese marco que encierra nuestro propio mundo tanto como queramos. Ampliar la visión, ensanchar el paisaje. Alejar la línea de nuestro horizonte. Cambiar el cuento que nos contamos o por lo menos cambiar el final, ajustarlo a una nueva realidad. 
Para conseguir crear algo nuevo, tenemos que ir más allá de nuestro propio mapa mental, de nuestras creencias limitadoras. Tenemos que osar estar en contacto con nuestra experiencia, con nuestra voz interior. Estar dispuestos a mirarlo todo con una mirada nueva. Con otros ojos. La creatividad es una cualidad que aportas a la actividad que estás haciendo. Es una actitud, una perspectiva interna, una manera de mirar. Como dice Osho: un acto creativo realza la belleza del mundo; deja detrás de él un mundo mejor. 
                                                         Escrito por: Laura Fernández Torrisi