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Naucalpan, Estado de México, Mexico
♆ Dirigido a público en general, con temas seleccionados para el bienestar de la salud emocional, el desarrollo humano y la familia. También a la comunidad de mujeres con ENDOMETRIOSIS.Quisiera aportar, por este medio y contando con mi preparación académica, así como con mi experiencia de vida, y laboral, algo que pudiera ayudar a mejorar la calidad de vida de quien lo lea. Servir de orientación para quien desée realizar cambios positivos, o para buscar el apoyo adecuado en el momento que se requiera. PARA TODA PERSONA INTERESADA EN SU CRECIMIENTO PERSONAL.

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jueves, 11 de julio de 2013

¿EL ENEMIGO ESTÁ AFUERA?... Por: Laura Fernández Torrisi



Hay personas tan ilusas que se casan para ser felices,
 y hay otras aún más ilusas
 que se separan para ser felices…

Probablemente una de las cosas más difíciles es aceptar la revelación o el conocimiento en cuanto a descubrir quienes somos nosotros y quien es quien en nuestras relaciones personales. Tal vez por un tiempo estuvimos o todavía estamos en alguna relación destructiva, si es así, puede ser que ahora se nos de la posibilidad de ver con claridad y sin dudas el problema para centrarnos en la solución, ya sea hablando, acordando o en casos más difíciles y si así lo amerita, separándonos. 
Pero antes de tomar una decisión drástica es necesario entender que todo empieza por nosotros mismos. Cuando no tenemos mucha conciencia de nuestras acciones y relaciones nos es difícil identificar cuáles nos hacen o nos hicieron daño. Puede ser que hayamos sido muy condescendientes con quienes nos causaron esos daños o abusaban de nosotros. Si ya somos capaces de darnos cuenta de estas situaciones, sabemos que ya no lo podemos permitir. 

Al tomar conciencia todo nuestro cuerpo se pone en alerta. Podemos tener sensaciones diversas ante este proceso, tal vez nos duela alguna parte del cuerpo, podamos sentir mareos o sentir que nuestra energía disminuye o está muy baja. 
Las circunstancias pueden lastimarnos o sentimos que todo se pone de cabeza, como si el mundo estuviera en contra y nuestra vida se vuelve un caos. Sentimos también que todos nuestros proyectos se paralizan y en general una gran dificultad para avanzar. Es como si todos nuestros esfuerzos fueran totalmente en vano. Todo esto es una manifestación para avisarnos, de una forma un tanto escandalosa que estamos tomando un camino que no es conveniente seguir, que no es el deseado o el bueno para nosotros. De seguirlo, el daño que ahora ya es importante, se volverá mayor todavía. 
Y aunque estemos experimentando la peor inmovilidad, aún sin parecerlo estamos ante uno de los momentos con más movimiento. Dentro de la inmovilidad, se están creando cambios fuertes, intensos. Es un vacío fértil, no estamos estancados.

Es parte del proceso de comenzar a transitar por el camino que nos pertenece, el nuestro, el deseado. Tal vez este camino no se reconoce a simple vista, pero es necesario andarlo, marcar nuestro propio ritmo y seguirnos a nosotros mismos, a nuestro corazón y a nuestros más altos ideales. 
Ahora es momento de transitar nuestro camino sintiéndonos libres. Respirar, tomar de la vida lo que tiene para ofrecernos. Darnos el tiempo para discernir que queremos llevar con nosotros y qué queremos dejar. Ir por él sueltos, rompiendo cadenas, liberando las cargas, el abuso, el dolor. 

Podríamos decir que se nos cae la venda de los ojos. Por eso empezamos a experimentar un caos y el propósito esencial será restaurar la relación con nosotros mismos. Al mismo tiempo, al igual que un espejo, estaremos restaurando nuestra relación con  el entorno. 
Como es adentro es afuera. Lo importante es llegar a lo más profundo de nosotros. 

Menciona Jorge Bucay tres preguntas que él llama “existenciales” 

· ¿Quién soy? 
· ¿Hacia dónde voy? 
· ¿Con quién quiero ir? 

Tal vez sea este un buen momento para contestarlas, siempre deben ir en ese orden.

Aunque la sensación de que nuestros proyectos no funcionen o se paralicen no es nada agradable, si no tenemos claro quiénes somos, no podemos desarrollar ninguna labor ni ningún rol. No podremos visualizar el camino si conscientemente no nos expresamos como somos en realidad, desde nuestra esencia. Lo que hacemos, pensamos y decimos tiene que ser congruente y estar en sintonía con nuestro interior, con nuestra esencia para que podamos fluir.. Cualquier cosa que no sea coherente con esto y con nuestra función, no se dará, no podremos tampoco hacer elecciones sabias sobre proyectos, trabajo, pareja, familia, etc. Si nos estamos equivocando el cuerpo lo sabe y nos avisa, la vida nos empuja hacia otro lado. Nuestra experiencia nos va trazando el rumbo. Cuando no sentimos, no escuchamos, no vemos estas señales, cuando sabemos que las cosas no funcionan, simplemente seguimos de largo en lugar de hacer un alto para observar, sentir, escuchar y reflexionar sobre el camino recorrido y el que aún falta recorrer. Generalmente tendemos a culpar a otros por lo que nos pasa o por lo que no sale como quisiéramos.

Tal vez estés en este momento en el lugar correcto, haciendo lo que te gusta, lo bueno para ti y aún así puedes experimentar un estado de vacío o la parálisis de tus proyectos, tal vez solo falte afinar pequeños detalles. Todo está en restablecer esa mirada hacia tí mismo, para conectarte nuevamente con tu esencia y así poder construir tus relaciones con las demás personas.

Al finalizar este proceso de mirar y mirarnos, de convertirnos en observador y observado, nos podemos dar cuenta que el espejo cambia; reflejará escenas, e imágenes diferentes, será más fácil ver en otras personas belleza, dones, rasgos positivos, que están en nosotros mismos. Podremos hacer de las diferencias un buen complemento en lugar de juzgar o criticar o ver en lo demás todo lo que no nos gusta (de nosotros). De esta manera, estamos creando mejores relaciones interpersonales, mejor relación con el entorno en general y a la vez dar lo mejor de nosotros mismos. Integrando diferencias y afinidades, en un perfecto engarce que nos permite aprender, crecer y desarrollarnos. 

Sobre todo en la relación de pareja, siempre hay que tener en cuenta que en ella nos reflejamos nosotros mismos. Todos los defectos que vemos en nuestra pareja, los que nos molestan tanto, solo son reflejos de nuestros propios defectos, difíciles de detectar en nosotros mismos y muy fácil de verlos afuera.

Todo lo que nos molesta y todo lo que criticamos, de una u otra manera lo manifestamos también en nuestra vida, lo hacemos conciente o inconcientemente, la mayoría de las veces, lo negamos. Tal vez de otra forma, o en otras áreas, o con otras personas, pero reproducimos lo mismo de lo que nos quejamos. 
Si no lo reconocemos, habrá un rompimiento porque todo lo que un día nos unió a esa persona, es exactamente lo mismo que hoy nos separa… 
Por esta razón, antes de pensar en cambiar a nuestra pareja, debemos pensar en cambiar nosotros mismos. 

Esta es la llave (y no es mágica) que abre y activa automáticamente la transformación de nuestra pareja. De esta forma, si cambiamos nuestra mirada hacia el interior, si observamos el espejo dejando atrás juicios, críticas, desacuerdos; estamos motivandos el cambio desde el amor, el compromiso, el respeto, la responsabilidad, la tolerancia. Continuamente estamos proyectando nuestras debilidades en el otro. Tendemos a ver siempre las fallas y las culpas en el otro. Lo convertimos en "el peor enemigo".
A modo de conclusión tal vez esta sea una mala noticia:
el enemigo no suele estar afuera…

Escrito por: Laura Fernández Torrisi
martes, 2 de julio de 2013

LUZ Y SOMBRA… EL MISMO CAMINO… Por: Laura Fernández Torrisi


En nuestra vida nos gustaría desenvolvernos con total libertad, con la mente clara y abierta, tomando las oportunidades, fluir con la vida sin la menor resistencia, como si se tratara de una gran recompensa, con armonía, felicidad, alegría y plenitud. Pero nos limitamos y eso hace que no podamos tocar el sueño dorado tan plenamente como desearíamos. 
Es posible experimentar mayores niveles de realización, sin embargo, no es algo fácil ni surge sólo o de la nada, tampoco de forma casual. Tenemos que desear hacerlo, construirlo, permitir que brille la luz interior y soltar obstáculos. Permitirnos ver nuestra luz, así como las partes oscuras. VER claramente para reconocer y disolver la mentira y la ilusión en que estamos viviendo. Esto no es un juego, ni una cuestión de magia que se logra así, sin más. Implica principalmente tener el valor suficiente para ver de forma extensa, amplia lo que queremos cambiar.

Es necesario convertirnos en ese observador que por medio de vivir la experiencia, descubra todo aquello que se puede transformar, lograr más que una visión: claridad. 
Claridad para mirar el “como” estamos haciendo las cosas, los errores que estamos cometiendo, así como poder aquilatar el aprendizaje de todo lo que hemos hecho bien y ha funcionado en nuestra vida.
El proceso puede ser difícil, duro, nos obliga a enfrentar periodos de dolor, tristeza, soledad, desilusión; enojo y frustración por el tiempo y la energía dedicada a ciertas situaciones o personas, por nuestro desgaste, por todo lo que hemos permitido y por la falta de visión (o ceguera) que nos acompañó por tanto tiempo. 
No todos se atreven a vivir y afrontar estos procesos, se necesita valentía para experimentarlo. Estamos habituados a vivir en una zona confortable, bajo una nube de ensoñación, fuera de la realidad, creyendo que vivimos “la vida perfecta”. 
Poner los pies sobre la tierra nos enfrenta a tomar decisiones, con la finalidad de recimentar, construir nuevas bases, cerrar unas puertas, abrir otras, limpiar, tirar, restaurar y todo... sin detenernos ni detener el devenir de nuestra vida. Hacer esto cuesta, cansa, a veces enoja o desanima, entristece y aún con todo esto… seguir caminando, a veces sin tener un rumbo totalmente definido, pero ir trazando la ruta, el mapa. 

Mientras de un lado vemos la destrucción y el caos, por el otro vemos la luz de lo nuevo... todo de manera paralela, todo en el mismo tiempo y en el mismo espacio... un gran desafío. No hay orden sin que se produzca primero un caos… cuando esto sucede, hay conflictos, internamente ya hicimos una elección (y la sabemos) y el escenario que observamos no es más que su manifestación, su movimiento; pero en lo externo, nos sentimos confundidos e indecisos. Hay que acomodar las piezas, o pegarlas o restructurarlas, armar otra forma con lo que tenemos. 
¿Es este un proceso que permite cambiar? …
Dice la Teoría Paradóigica del cambio, desde la Gestalt que el cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es. El cambio no tiene lugar por el intento coactivo realizado por el individuo para cambiar o por otra persona para cambiarlo, pero sí tiene lugar cuando la persona invierte tiempo y esfuerzo en ser lo que es -en entregarse plenamente a su situación actual-. Al rechazar la posibilidad de poder cambiar, favorecemos un cambio significativo y metódico. Duradero.

Soltar no tiene que ver con pasar por un túnel y aparecer mágicamente del otro lado. Tiene que ver con atravesar conscientemente, vivirlo, sentirlo y experimentarlo en toda su extensión. Conscientes de lo que dejamos y lo que queremos construir.
Cuando la luz es tenue, la visión es poca, pero cuando la luz es grande y fuerte ¡vemos todo!... Hay claridad… así es esto, mientras más luz generamos en nosotros, más claramente veremos nuestra realidad y las zonas que queremos y necesitamos transformar, así que si el caos es parte nuestra en ese momento, de pronto, nos sentiremos abrumados por la larga lista de cosas a modificar. Pensando y creyendo que nunca acabaremos, que no será posible lograrlo.
Parte del camino de crecimiento es liberar sufrimiento causado por nuestros pensamientos internos, sobre todo, por las culpas que surgen al elegir nuestros nuevos caminos, las culpas por lo que dejamos atrás, por expresar lo que sentimos y pensamos, las culpas que nuestro entorno (familia, amigos o conocidos) nos impone cuando intentamos buscar nuestra independencia, autonomía o libertad. 
El construir lo nuevo implica avanzar libres, soltando lo que nos ata a la vieja energía, a los viejos patrones, a las viejas creencias y maneras de hacer las cosas. Avanzar sin culpas, pero también sin miedo. Elegir conscientemente el territorio que queremos pisar, la ruta que queremos seguir, el camino que se antoja andar y las experiencias que queremos vivir. Conociendo también el arte de comunicar y expresar para lograr la libertad que deseamos compartiendo clara y directamente, con honestidad, autoridad y verdad, creando juicios, en base a nuestra claridad de pensamiento y visión, nuestras necesidades y límites.

Este proceso exige una mirada más profunda. Es difícil tomar consejos, la voz más importante, será la de nuestro corazón, la de la intuición, no tenemos que elegir entre caminos positivos o negativos, no hay buenos ni malos, solo hay una diversidad de caminos, diferentes para cada situación y persona, las preguntas serían ¿cuál es tu camino? ¿qué camino es congruente contigo y tu presente? ¿cuántos caminos puedes compartir con otras personas y cuántos tienes que caminarlos tú sólo? ¿cuáles te hacen crecer y cuáles te detienen o te quitan energía? ¿a dónde quieres llegar? 
Todo esto para conocernos a profundidad, resolver el presente y así seguir construyendo hacia adelante. Formar nuevas alas que puedan volar en plena libertad, sin culpas, reconociendo perfectamente el camino que seguimos, y quienes nos acompañarán en él, no quedar anclados en lo viejo. No podemos pretender llevarnos a un nuevo espacio las viejas cargas.

Se necesita estar tranquilo, confiado en que solo son ajustes se necestan hacer y si bien, esto no es nada divertido ni fácil, tal vez en poco tiempo, se podrá vivir lo liberador de todo este proceso. Caminar por dos veredas, la de la luz y la de la sombra, en un solo camino, con una amplia visión, sabiendo que puedes transitar por ambas a la vez.

Por: Laura Fernández Torrisi



lunes, 1 de julio de 2013

EL PUENTE – Por: Laura Fernández Torrisi


Hay momentos en los que nos sentimos como si estuviéramos parados en medio de un puente. En ese punto donde no hay regreso ni podemos avanzar. Estamos detenidos ahí, sujetos por el miedo a decidir, por el miedo a lo que podría pasar. Somos presos de nuestros pensamientos catastróficos, de la imaginación y de un tiempo y un lugar que no existe, el futuro incierto.

Es ese punto donde de un lado se queda lo conocido, confortable, lo que debemos dejar para crecer, para seguir adelante, y en el otro extremo hay algo nuevo, algo que no conocemos… A lo mejor una meta, un sueño, un deseo… Pero lo que sea, es desconocido.
Quisiéramos que nuestra vida cambie pero casi sin nuestra intervención, como por arte de magia. Quisiéramos a demás que este cambio se diera de manera segura, tangible, previsible, sin tanto riesgo y con poca responsabilidad de nuestra parte. Nos gustaría llegar a lo nuevo, sin tener que elegir (elegir implica perder). Tener una visión panorámica, de lo nuevo para entonces saber si es bueno o no, tener la certeza del resultado antes de elegir. No queremos correr riesgos.
Queremos también que otros decidan por nosotros asumiendo la responsabilidad de nuestra vida, arrogándose ese derecho y esa obligación.

Hay también quien suele recurrir a todo tipo de adivinaciones, cartas, horóscopos, oráculos… Buscando la respuesta, la señal inequívoca, infalible para “evitar” el tropiezo o la caída, en lugar de escuchar su voz interior, su inagotable sabiduría. Sin buscar en los caminos de ese mapa que es la experiencia vivida.
Estamos en un momento donde la sociedad exige perfección, todo debe salir bien, verse bien. “No hay nada” que una cirugía estética, un cambio de look, la ropa de buena marca, el coche último modelo o los viajes no puedan “solucionar”. Todo tiene que salir bien, y repetimos experiencias anteriores “tal cual” para que no haya errores. Mismo viaje, mismo camino, mismo acompañante… todo igual… y aún así, será diferente esta vez…
Tenemos libre albedrío, poder de decisión y decidimos no decidir. Nos quedamos parados en medio del puente. Pero no nos quedamos solos, estamos rodeados de temores, nos acompaña el miedo. 
  • Miedo a perder cariño, cercanía, aceptación, al cambio, a la opinión de los otros, a su reacción.
  • Miedo a perder el control
  • Miedo a perder la ilusión, a que se acabe el sueño, a que la fantasía se haga realidad. 
  • Miedo a no ser suficiente, a no ser “tan bueno” como los demás o a no cumplir las expectativas de otros. 
  • Miedo a la exigencia del medio o nuestra auto exigencia.
El miedo no se suelta, se afronta, se atraviesa. Solo nosotros podemos avanzar en ese puente movedizo y aún con el viento en contra, ese viento que nos pega en la cara, se burla de nosotros, nos empuja hacia atrás a cada paso que damos y aún así seguir adelante. Al principio, alguien puede guiarnos, o extendernos una mano al final… Pero la decisión de atravesar y cómo hacerlo es nuestra, nadie puede decirnos como ni mucho menos hacerlo por nosotros.
Solo quien está ahí parado puede avanzar hacia adelante venciendo el viento, los resbalones, los tropiezos y caídas para llegar al otro lado. Es un trabajo individual.
Tenemos que aprender a caminar solos en algunos tramos, a desapegarnos, a soltar lo que ya no nos aporta nada. Soltar por el hecho en sí y no porque tengamos una mejor oportunidad o algo que reemplace lo viejo. Es suficiente razón ya no poder sostener una situación y no querer seguir atados a ella. 
Tenemos que aprender a crear nuestros propios caminos sobre la marcha PORQUE ASÍ LOS ESTAMOS CREANDO, por eso no podemos tener una visión futura, panorámica antes. Cada decisión y elección va cambiando el rumbo y aún así, hay quien no toma el riesgo porque teme al fracaso ¿Cómo se puede fracasar cuando se tienen tantas posibilidades de rectificar y cambiar nuestros camino en cualquier momento?. Nuestro aprendizaje tiene que ver con la confianza y la fe de que al final del puente, siempre habrá algo nuevo esperando por nosotros y ese algo que no conocemos y tal vez no sea lo que esperamos será para nuestro bien superior.

Según la Ley del Desapego (D. Chopra), la búsqueda de la seguridad y de la certidumbre no es más que un apego a lo conocido y lo conocido no es más que la cárcel del condicionamiento pasado. La incertidumbre, el vacío, es el terreno fértil de la creatividad y la libertad, es adentrarse en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desconocido es el campo de todas las posibilidades, siempre frescas, siempre nuevas, siempre abiertas a las nuevas manifestaciones. Sin incertidumbre y sin lo desconocido, la vida no sería más que la repetición trillada de recuerdos gastados. Nos volvemos víctimas del pasado, y nuestro verdugo de hoy es el yo que nos queda en el ayer.

Desconozco el autor de este breve texto que guardé hace algún tiempo y dice:

Reír es correr el riesgo de parecer tonto.
Llorar es arriesgarse a parecer sentimental.
Acercarse a otro ser es arriesgarse a comprometerse.
Mostrar emoción es arriesgar que se te conozca.
Someter a la gente tus ideas y sueños, es ponerlos en riesgo.
Amar es correr el riesgo de no ser correspondido.
Vivir es arriesgarse a morir.
En toda esperanza hay el riesgo del desespero.
En todo intento, el riesgo de fracasar.
Pero los riesgos se han de tomar,
porque el mayor peligro en esta vida
es no arriesgar nada.
Porque el que nada arriesga,
nada hace...nada tiene...nada es.
Tal vez pueda ahorrar el sufrimiento y dolor,
pero a fin de cuentas, no puede aprender,
ni sentir, ni cambiar, ni crecer, ni amar, ni vivir.
Encadenado por las certidumbres será un esclavo,
sacrificará el ser libre.
Sólo arriesgando se consagra la libertad.
Por eso vive hoy, atraviesa el viento, siéntelo en tu cara, disfruta del camino que estás creando, de la aventura que la vida te ofrece, de la libertad de elección, de poder apartarte de lo que ya no te puede hacer crecer, sin tener que esperar a que algo lo reemplace, ni a que alguien te de la oportunidad que tú y solo tú puedes crearte a ti mismo corriendo el riesgo, en el aquí y el ahora creando tu propio puente SOBRE LA MARCHA.


Laura Fernández Torrisi
viernes, 10 de mayo de 2013

VACIÁNDONOS DE NOSOTROS MISMOS - Por: JORGE BUCAY





Chuang Tzú fue uno de los filósofos chinos más importantes de la historia, vivió alrededor del 300 antes de Cristo y fue, junto con Lao Tsé (su maestro), uno de los dos pensadores más emblemáticos del taoísmo.
Propone el maestro Chuang Tzú:
Imagínate que viajas en un bote, avanzando tranquilamente por un río sereno, dejándote llevar sin prisa camino de un lago.
De pronto ves que otro bote, aparentemente arrastrado por la suave corriente, se acerca al tuyo. Intentas alejarte de él para evitar el choque pero no lo consigues, y el bote , que se ha soltado de alguna amarra, golpea el frente de tu barca y hace unos buenos rasponazos en la brillante pintura de estribor.
Vuelves a mirar, no hay nadie en ese bote. Tratas de sujetarlo para que no siga a la deriva. No te gusta el incidente, quizás lo lamentas, pero no te enojas.
Dice Chuang Tzú: ¿Por qué y con quién habrías de enojarte?
Ahora supón que, en la misma situación, ese otro bote lleva a un pasajero. Está distraído, dormido o despistado, y su embarcación se acerca a la tuya, arrastrada por la corriente. En cuanto lo ves venir en tu dirección, te pones alerta, posiblemente gritas “¡Cuidado!” o algo por el estilo.
Supongamos que el hombre no hace nada y que el bote se sigue acercando. Cuando está a punto de chocar con el tuyo, te pones furioso y gritas: “Eh! mira por donde vas! Que vamos a chocar!”
Una vez más, el hombre no reacciona y, en efecto, su bote choca con el tuyo.
El golpe y el daño es idéntico que en el primer ejemplo, sin embargo, aquí sí que te enfadas, quizás hasta le insultes: “¿Es usted idiota? ¡Se me ha echado encima!. De pronto el suceso se vuelve enojoso y frustrante.
Chuang Tzú se pregunta: ¿De dónde viene el malestar? No ha sido causado por el daño al bote, ya que el primer ejemplo hubo los mismos daños y no hubo enfado. Tu enojo, propone Chuang Tzú, proviene del hecho de que hay alguien en ese otro bote. No puedes ya pensar “simplemente sucedió” y aceptarlo sin más. Como hay alguien en el otro bote, te llenas de preguntas: ¿Por qué no lo evitó?, ¿Acaso lo ha hecho adrede? ¿Es que tiene algo contra mí? ¿Debo tener miedo de ese hombre? …. Una espiral de preguntas que a veces crece y crece, generando cada vez más angustia, más enfado, más inquietud, más catastróficas profecías, haciéndote perder tu calma y paz interior.
Intentar mejorar nuestra vida cambiando a los demás es siempre un camino infructuoso. Siguiendo con la imagen anterior, los botes de los demás vienen como vienen y no hay modo ni motivo para proponernos modificarlos a nuestro antojo. Sería estúpido llegar a la conclusión que la forma de viajar sin riesgo de enfadarse es “vaciando los botes de los demás”.
Lo que sí puedes hacer, dice Chuang Tzú, es comprender las veces que te enfadas contigo mismo porque las cosas no salen como lo planeaste o deseaste y entonces decidirte a “vaciar TU propio bote”. Si tu bote está vacío, no habrá enfrentamiento entre una parte de ti más exigente y perfeccionista y otra más serena o distraída. Y sin enfadarte contigo surcarás la vida como la superficie de un río plácido, sin que nadie lo note, sin prisas ni metas prefijadas.

Te imagino pensando: “Suena fantástico, pero… ¿de qué se supone que tengo que vaciarme?”.
La propuesta es deshacernos de todo aquello que consideramos que somos, comenzando por nuestro YO más interno y controlador, la parte de nosotros que quiere tener el manejo de nuestra vida, nuestro rumbo y nuestros deseos. Ese juez severo que nos tortura y nos deja en ridículo cuando le apetece.Hablo sencillamente de aquella persona a la que nos referimos cada vez que decimos “Yo”, nuestro Ego.
El Ego (como se suele llamarlo) es una posesión, nuestra identidad, un vínculo con nosotros mismos, una relación anquilosada y condicionante. Deshacernos de las ideas rígidas que tenemos acerca de cómo “somos” es un importantísimo escalón en busca de nuestra esencia, una esencia que se esconde tras capas y capas de personajes, hábitos, creencias y prejuicios.
Todos nacemos necesitados de amor, de atención y de cuidados; todos nos damos cuenta, en los primeros años de vida, de que conseguimos mejores resultados si somos de una determinada manera. Nos miman más y algunas cosas nos resultan más fáciles de conseguir si nos comportamos como a los demás les gusta que lo hagamos.
Con el tiempo, comprobamos que esta verdad se confirma a cada paso, pero también conlleva un problema:las personas que nos premian, no nos quieren a nosotros sino al personaje que hemos creado para ellas quizá antes de conocerlas.
Esa idea de nosotros con la que vamos de aquí para allá, presentándonos frente a los otros, es básicamente una ilusión construida por cada uno de nosotros con mucha o poca ayuda de nuestro entorno social o familiar, que tan neuróticamente tratamos de complacer. No es fácil darse cuenta y enfrentarse con esta “realidad”, como podrás imaginar, es una vivencia tan perturbadora como transcendente.
Para ser quienes somos el primer desafío es animarse a dejar de lado todos esos roles que hemos ido adoptando a lo largo de nuestra vida, en el plano espiritual, esos roles son como sofisticados ropajes que nos pesan y no nos permiten avanzar. El segundo desafío es vaciarse totalmente de lo que me impida ser en cada momento una persona libre, absolutamente espontánea y dueña de una conducta NO CONDICIONADA por la cárcel de sus propias definiciones de sí mismo.
Esto puede sonar al principio un poco extraño. ¿Cómo puedo vaciarme de mi mismo? ¿No es acaso imposible dejar de ser quien uno es? Si me deshago de mi Yo, ¿qué me quedará?
Todas estas preguntas son válidas, pero siempre que no nos hagan perder el rumbo si no nos damos cuenta de que están formuladas desde el mismo Yo que cuestionamos. Volviéndo a la historia de Chuang Tzú, esas preguntas las realiza el hombre de nuestro bote, que es en esta historia lo que representa al Ego, es parte de su intento por recuperar un poder (sobre nuestra esencia, sobre lo que realmente somos) que siente que pierde.
Si nuestro bote estuviera vacío, la esencia de lo que somos permanecería allí, porque en esta historia la esencia es el bote mismo, un bote que no hace esas preguntas. SI CONSIGO SER EL BOTE, simplemente me dejo llevar y disfruto plácidamente del viaje.

LIBRO: El Camino de la Espiritualidad.
AUTOR: Jorge Bucay.