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Naucalpan, Estado de México, Mexico
♆ Dirigido a público en general, con temas seleccionados para el bienestar de la salud emocional, el desarrollo humano y la familia. También a la comunidad de mujeres con ENDOMETRIOSIS.Quisiera aportar, por este medio y contando con mi preparación académica, así como con mi experiencia de vida, y laboral, algo que pudiera ayudar a mejorar la calidad de vida de quien lo lea. Servir de orientación para quien desée realizar cambios positivos, o para buscar el apoyo adecuado en el momento que se requiera. PARA TODA PERSONA INTERESADA EN SU CRECIMIENTO PERSONAL.

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viernes, 13 de junio de 2014

ENFERMEDAD Y PÉRDIDA DE SALUD - Por: Laura Fernández Torrisi


“Conocer los órganos del cuerpo y su funcionamiento; 
admitir que somos una unidad donde todo funciona junto y no por partes, 
no sólo nos lleva a conservar la buena salud, 
sino que nos permite vivir mejor haciéndonos cargo 
de nosotros mismos y empatizando con el otro”

Adriana “Nana” Schnake

Todos sabemos que la  vida tiene un significado, sólo que a veces lo olvidamos. Qué es lo que más nos confronta con ese sentido y dirección de nuestra vida; la simple posibilidad de perderla. Frecuentemente un diagnóstico.Aparece en escena un nuevo personaje, la enfermedad. Crónica o degenerativa o “incurable”. Esto puede llevarnos de la mano a vivir con una gran angustia ante el futuro, hundirnos en una fuerte depresión, aislarnos de los demás, privarnos de las ganas o el gusto de experimentar el proceso de vivir. Y empezar a transitar el camino de la enfermedad.
La simple palabra nos provoca incertidumbre, tristeza, impotencia, falta de opciones. Es una situación que no elegimos, no fuimos tomadas en cuenta en esta elección, no se nos preguntó si queríamos ni qué opinábamos al respecto. Sólo comenzó el dolor, y ella apareció, se presentó con su nombre: Endometriosis. Un nombre que ni si quiera habíamos oído antes ¿Endo quéee?... Esta y muchas otras  preguntas, pocas respuestas. Empezamos a sentirnos perdidas en esta representación que es nuestra vida.

A penas empezamos a entender (o a no entender) y tenemos que empezar a aceptar que ella es parte de nuestra vida. No es una intrusa, es parte nuestra. Nos enoja porque tal parece que ella decide, impone tratamientos, cirugías, medicamentos, exámenes. Provoca malestares, problemas con la familia, el trabajo, la escuela, la pereja… Parece que tuviera incluso el poder de decidir lo que hacemos (si puedo o no hacerlo), si puedo sentirme bien o si puedo tener un hijo. Por supuesto es muy difícil abrir los brazos y decirle “bienvenida, acepto que seas parte de mi vida”.

Nuestra existencia está marcada por el enfrentamiento a situaciones que provocan pensamientos, sentimientos y reacciones, que nos desequilibran en lo cotidiano. La forma en que cada persona utiliza sus recursos individuales o redes significativas para enfrentarla, hace la diferencia en que una situación se convierta en un proceso de evolución y crecimiento o de conflicto y deterioro.
Las situaciones de crisis, circunstanciales o de desarrollo, nos van a provocar al experimentarlas pérdida de control emocional para manejarlas, por lo tanto, disminuye la capacidad para plantear y generar soluciones. Cada crisis es experimentada y enfrentada por cada una de nosotras de forma única y diferente, no se puede generalizar acerca de las crisis o saber cuál provoca más angustia o estrés, sin embargo, las crisis más comunes son las relacionadas con la alteración de la salud física. Estas crisis dependiendo de la gravedad de la enfermedad,  genera mayor estado de angustia e involucra a mayor número de personas, por la amenaza explícita o implícita que representa para la vida o para el bienestar o calidad de vida.

La endometriosis es una enfermedad que hace que la persona, su pareja, la familia,  experimente situaciones de crisis, por el agudizamiento de las manifestaciones físicas, el dolor, la incapacidad de realizar las labores cotidianas, las ausencias laborales y escolares; la infertilidad; hospitalizaciones, etc. que van provocando poco a poco pérdida de capacidades para el funcionamiento social y familiar. A la crisis generada por las consecuencias de la enfermedad, se asocia una nueva situación de crisis: la provocada por el tratamiento médico, o sea los estudios, los medicamentos (hormonales) y sus efectos secundarios, la frustración por tratamientos que funcionan o funcionan por un tiempo y la enfermedad regresa, los analgésicos que no hacen efecto, las intervenciones quirúrgicas (muchas con secuelas graves o irreversibles) y los gastos económicos que todo esto representa cuando en este contexto muchas veces es imposible trabajar.

Sin embargo hay otra invitada a esta escena y esa se llama Actitud. La actitud es la predisposición a responder de una forma determinada, tener una reacción favorable o desfavorable ante lo que sucede. Aquí entran valores, creencias, opiniones (la idea que tienes sobre un tema); sentimientos (reacciones emocionales) y conductas (tendencias a comportarse según opiniones y sentimientos propios), todo relacionado entre sí. Nuestra actitud determina todo lo que sucede, tu propio concepto y percepción de la vida. Las actitudes son nuestra propia creación, el resultado de nuestras experiencias y los cimientos de la motivación. Están en continua transformación. No son “la realidad” son modificables constantemente. Si nuestras actitudes son nuestra propia creación las únicas responsables por mantener o cambiar una actitud somos nosotras mismas.
No somos como un producto fijo o terminado, somos personas en desarrollo y en constante proceso de cambio. Es nuestra decisión quedarnos sentadas lamentándonos de los que nos toca vivir, tomar el papel de culpable o de víctima o hacer algo respecto a esa situación, darse cuenta, asumir la responsabilidad, querer estar mejor. Tendemos a pensar que todo lo externo debería cambiar: los demás deberían hacer otras cosas, la enfermedad no debió afectarme a mi… etc. etc.


En pocas palabras tu salud y tu vida están en tus manos. Siempre tenemos una participación activa en los tratamientos y mientras estamos en el quirófano. Necesitamos de preparación previa (si es una cirugía programada) tranquilidad y actitud positiva. Pensamientos de esperanza, confianza en el médico, alimentarnos bien y dormir los días previos a la intervención. Hablar de lo que sentimos. Mantenernos tranquilas ayuda a no alterar la presión arterial y los ritmos cardíacos. Ayuda a que nuestro cuerpo mantenga sus niveles en equilibrio. Estar informadas, preguntar y no hacer lo que no queremos hacer (aunque otros opinen que si). Esto es no estar pasiva ante la enfermedad, sino participar.


Si nuestra actitud es de asentir a la vida, decir SI a la vida, esto nos vuelve participativas, responsables, activas. De lo contrario, nos convertimos en observadoras, como si nuestra vida le perteneciera a otros. La enfermedad tiene momentos oscuros, sin embargo la actitud positiva nos permite reconocer que no hay momento más oscuro que cuando va a salir el sol.



Escrito por: Laura Fernández Torrisi
domingo, 1 de junio de 2014

INGRÁVIDA MIRADA - Por: LAURA FERNÁNDEZ TORRISI



Algo cambia al darme cuenta de su mirada, empiezo a reconocer a ese observador cercano, a identificarme, distinguir a otros a partir de mí. Imagino una línea en forma de espiral, a veces es como un laberinto de espejos del que quiero escapar y más me atrapa, o como algo escabroso que necesito suavizar. Otras veces esa espiral es un deleite, puedo resbalar en ella como una pequeña de un tobogán, sin importarme donde voy a caer. Sé que tiene un final, hoy puedo distinguir el principio a partir de ese fin. Estoy en un punto, recorrí la mitad de este remolino, puedo detenerme de pronto pero no estar inmóvil, puedo mirar hacia atrás, perderme un poco, reconocer afectos que están o que se fueron, lugares de infancia que son secretos entre mi niñez y yo. Vislumbro el camino que falta recorrer, entonces otra vez me pierdo. Necesito regresar a este punto, sentir que estoy aquí con el fruto cosechado en las manos, tal vez no el mejor, eso no lo sé, pero sí el elegido. El remolino me vuelve a sacudir, no es fácil mantenerme, me arrastra, surgen preguntas como flores silvestres, esas que nadie siembra y nadie llama, pero crecen inevitables a lo largo del sendero. ¿Hacia dónde seguir? ¿Hasta cuándo? Puedo ver el comienzo pero no donde termina. Vuelvo la vista atrás, me percato de otros caminos, brotan como alocadas ramas de un mismo tronco, visibles, lejanas. Nunca antes los vi, tal vez siempre estuvieron cubiertos por la niebla de mi ignorancia, por la inocencia. Me doy cuenta de las diferencias entre pasar por la vereda y embarrarse los pies de lodo, entre lo que fue y lo que es, entre estar sólo y compartir, apretar o soltar, odiar o amar y perdonar, realidad y sueño, entre ver pasar la vida o pasear con ella. Pasan las estaciones una a una, vuelven a empezar, todo es un continuo; brota lo nuevo, las hojas secas caen, siempre, siempre así, hasta que el reloj se detiene. Quisiera abrir las manos al final de la primavera, rescatar los pétalos que resistieron al viento. Ahora veo pasar mi vida por primera vez, su intensidad me sacude en este punto de la espiral, siento que ya no hay más, quiero correr, tocarla, arrancarle un pedazo, morderla, atraparla. Los ojos del observador se abren cada vez más, translúcidos, perspicaces. A través de su transparencia puedo ver con claridad mi recorrido, lavado por una embelesada lluvia de cristalinos y demacrados dedos. Surge un crepuscular deseo de levantar los pétalos, los guardo en mi centro, debajo de la piel, donde se vuelven carmesí. Marejada de rubíes destellan sabiduría, vibran al ritmo lento del aire con la música de la vida y de la muerte en su eterno florecimiento…. Nunca detuve mi andar, percibí lo intenso de la vida, ahora siento su embate, vertiginosa, fugaz, inalcanzable… El viento se convierte en suspiros, los gritos en leves susurros, sutiles caricias mecen mi cuerpo, algo se ilumina, se desprende, me transforma como por un hechizo en levedad, en sagaces ojos, en el asombro de ser yo ese observador cercano. Desde aquí todo se ve diferente, ahora comprendo el sentido de zambullirme en la vida, dejarme salpicar, entrar al torbellino de llegadas, arrebatos, zarandeos y calma. Mi visión es borrosa todavía, miro hacia arriba, la sensación de ser observada se desvanece, se pierde en el aire, todo es distinto. Estoy, no soy un espectador pasivo, algo cambia en mí de la paz a la conmoción, escucho sonidos, voces, estoy confundida, de a poco aparecen, se aclaran las imágenes, los ruidos, alguien me espera, oigo el ritmo de un aparato casi musical, otra voz dice con entusiasmo: el ritmo cardíaco se normaliza. Tú estás a mi lado, tomas mi mano, dices sonriendo húmedamente: creí que no regresarías, pero estás aquí. Se mojan mis ojos, oigo un susurro, allá todo es eterno, efímero, aquí está el punto final del torbellino, nada vive sólo durando en el tiempo, nada es permanente ni estático, todo es un ir y venir, atrapar la exaltación, la novedad, el instante preciso, asimilar lo sublime… Abro y cierro los ojos, una y otra vez, parpadeo mi sorpresa, mi estupor. La luz molesta, hago un gran esfuerzo por tocar tu imagen, es distinta pero la reconozco, sigues a mi lado. Mis palabras se articulan, reviven, asoman sin ruido, gotean mudas desde mis ojos, brotan, expresan, escurren. El eco de tu voz se conecta, resuena, lo dejo entrar, abro mi corazón, vibra mi cuerpo en tu armonía, tiemblo como móviles cuerdas sobre sensible y lisa madera. Tu tono sereno, ondulado, simple en comunión con la brisa baja como envoltura sagrada, me cubre mientras dibuja una simbólica coreografía, vuelvo a enfocar la mirada, tu imagen nebulosa se convierte en significado, en etéreo mensaje de letras esbozadas para mí, recibo la señal con los ojos abiertos y el alma descubierta, deshojada, desnuda, extasiada leo el dibujo de tus dedos en el aire: Bienvenida a la danza de la vida…
Escrito por: LAURA FERNÁNDEZ TORRISI