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Naucalpan, Estado de México, Mexico
♆ Dirigido a público en general, con temas seleccionados para el bienestar de la salud emocional, el desarrollo humano y la familia. También a la comunidad de mujeres con ENDOMETRIOSIS.Quisiera aportar, por este medio y contando con mi preparación académica, así como con mi experiencia de vida, y laboral, algo que pudiera ayudar a mejorar la calidad de vida de quien lo lea. Servir de orientación para quien desée realizar cambios positivos, o para buscar el apoyo adecuado en el momento que se requiera. PARA TODA PERSONA INTERESADA EN SU CRECIMIENTO PERSONAL.

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domingo, 1 de junio de 2014

INGRÁVIDA MIRADA - Por: LAURA FERNÁNDEZ TORRISI



Algo cambia al darme cuenta de su mirada, empiezo a reconocer a ese observador cercano, a identificarme, distinguir a otros a partir de mí. Imagino una línea en forma de espiral, a veces es como un laberinto de espejos del que quiero escapar y más me atrapa, o como algo escabroso que necesito suavizar. Otras veces esa espiral es un deleite, puedo resbalar en ella como una pequeña de un tobogán, sin importarme donde voy a caer. Sé que tiene un final, hoy puedo distinguir el principio a partir de ese fin. Estoy en un punto, recorrí la mitad de este remolino, puedo detenerme de pronto pero no estar inmóvil, puedo mirar hacia atrás, perderme un poco, reconocer afectos que están o que se fueron, lugares de infancia que son secretos entre mi niñez y yo. Vislumbro el camino que falta recorrer, entonces otra vez me pierdo. Necesito regresar a este punto, sentir que estoy aquí con el fruto cosechado en las manos, tal vez no el mejor, eso no lo sé, pero sí el elegido. El remolino me vuelve a sacudir, no es fácil mantenerme, me arrastra, surgen preguntas como flores silvestres, esas que nadie siembra y nadie llama, pero crecen inevitables a lo largo del sendero. ¿Hacia dónde seguir? ¿Hasta cuándo? Puedo ver el comienzo pero no donde termina. Vuelvo la vista atrás, me percato de otros caminos, brotan como alocadas ramas de un mismo tronco, visibles, lejanas. Nunca antes los vi, tal vez siempre estuvieron cubiertos por la niebla de mi ignorancia, por la inocencia. Me doy cuenta de las diferencias entre pasar por la vereda y embarrarse los pies de lodo, entre lo que fue y lo que es, entre estar sólo y compartir, apretar o soltar, odiar o amar y perdonar, realidad y sueño, entre ver pasar la vida o pasear con ella. Pasan las estaciones una a una, vuelven a empezar, todo es un continuo; brota lo nuevo, las hojas secas caen, siempre, siempre así, hasta que el reloj se detiene. Quisiera abrir las manos al final de la primavera, rescatar los pétalos que resistieron al viento. Ahora veo pasar mi vida por primera vez, su intensidad me sacude en este punto de la espiral, siento que ya no hay más, quiero correr, tocarla, arrancarle un pedazo, morderla, atraparla. Los ojos del observador se abren cada vez más, translúcidos, perspicaces. A través de su transparencia puedo ver con claridad mi recorrido, lavado por una embelesada lluvia de cristalinos y demacrados dedos. Surge un crepuscular deseo de levantar los pétalos, los guardo en mi centro, debajo de la piel, donde se vuelven carmesí. Marejada de rubíes destellan sabiduría, vibran al ritmo lento del aire con la música de la vida y de la muerte en su eterno florecimiento…. Nunca detuve mi andar, percibí lo intenso de la vida, ahora siento su embate, vertiginosa, fugaz, inalcanzable… El viento se convierte en suspiros, los gritos en leves susurros, sutiles caricias mecen mi cuerpo, algo se ilumina, se desprende, me transforma como por un hechizo en levedad, en sagaces ojos, en el asombro de ser yo ese observador cercano. Desde aquí todo se ve diferente, ahora comprendo el sentido de zambullirme en la vida, dejarme salpicar, entrar al torbellino de llegadas, arrebatos, zarandeos y calma. Mi visión es borrosa todavía, miro hacia arriba, la sensación de ser observada se desvanece, se pierde en el aire, todo es distinto. Estoy, no soy un espectador pasivo, algo cambia en mí de la paz a la conmoción, escucho sonidos, voces, estoy confundida, de a poco aparecen, se aclaran las imágenes, los ruidos, alguien me espera, oigo el ritmo de un aparato casi musical, otra voz dice con entusiasmo: el ritmo cardíaco se normaliza. Tú estás a mi lado, tomas mi mano, dices sonriendo húmedamente: creí que no regresarías, pero estás aquí. Se mojan mis ojos, oigo un susurro, allá todo es eterno, efímero, aquí está el punto final del torbellino, nada vive sólo durando en el tiempo, nada es permanente ni estático, todo es un ir y venir, atrapar la exaltación, la novedad, el instante preciso, asimilar lo sublime… Abro y cierro los ojos, una y otra vez, parpadeo mi sorpresa, mi estupor. La luz molesta, hago un gran esfuerzo por tocar tu imagen, es distinta pero la reconozco, sigues a mi lado. Mis palabras se articulan, reviven, asoman sin ruido, gotean mudas desde mis ojos, brotan, expresan, escurren. El eco de tu voz se conecta, resuena, lo dejo entrar, abro mi corazón, vibra mi cuerpo en tu armonía, tiemblo como móviles cuerdas sobre sensible y lisa madera. Tu tono sereno, ondulado, simple en comunión con la brisa baja como envoltura sagrada, me cubre mientras dibuja una simbólica coreografía, vuelvo a enfocar la mirada, tu imagen nebulosa se convierte en significado, en etéreo mensaje de letras esbozadas para mí, recibo la señal con los ojos abiertos y el alma descubierta, deshojada, desnuda, extasiada leo el dibujo de tus dedos en el aire: Bienvenida a la danza de la vida…
Escrito por: LAURA FERNÁNDEZ TORRISI

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