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Naucalpan, Estado de México, Mexico
♆ Dirigido a público en general, con temas seleccionados para el bienestar de la salud emocional, el desarrollo humano y la familia. También a la comunidad de mujeres con ENDOMETRIOSIS.Quisiera aportar, por este medio y contando con mi preparación académica, así como con mi experiencia de vida, y laboral, algo que pudiera ayudar a mejorar la calidad de vida de quien lo lea. Servir de orientación para quien desée realizar cambios positivos, o para buscar el apoyo adecuado en el momento que se requiera. PARA TODA PERSONA INTERESADA EN SU CRECIMIENTO PERSONAL.

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jueves, 6 de septiembre de 2012

PRIMERA PARTE: VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO - Por: Laura Fernández Torrisi


Género: sujetos emergentes y sujetos extremos Una mirada desde la violencia en el noviazgo y el feminicidio 
(Publicado en FiguraFondo)

PRIMERA PARTE:

VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO


El individuo es un hecho de la existencia
en la medida en la que entra en una relación viva con otros individuos,
el sub conjunto es un hecho de la existencia
en la medida en la que está constituido por unidades vivas de relación.
El hecho fundamental de la existencia humana es
el-hombre-con-el-hombre.
Martin Buber
Este trabajo se divide en dos partes: en la primera, violencia en el noviazgo, trato un tema que comenzó a llamar la atención recientemente por su alta frecuencia, así como por sus consecuencias. Enfoco este tema con una visualización del sujeto emergente, sus orígenes, consecuencias y tratamiento. En la segunda parte abordo el sujeto extremo, representado por el feminicidio, en el que lamentablemente nuestro país ocupa un lugar importante, ganado por su alta incidencia, así como por la ignorancia y la ceguera de buena parte de la sociedad, pero sobre todo, y más doloroso aún, de las autoridades incompetentes para encontrar una solución, un freno a tal atrocidad. Por último, presento algunas conclusiones personales.

Concepción del sujeto
Emergente y extremo
Para explicar a qué me refiero cuando hablo de  sujeto,  parto de una ineludible condición de sujeto social, en un intercambio entre el hombre y el mundo, no es solo un sujeto relacional, es un producto. Todo en él es la resultante de la interacción entre individuos, y entorno (familia, grupos).
 Significa que el sujeto nace sólo, con una carencia fundamental del otro. Esto hace que el campo simbólico sea el ineludible campo de constitución de la subjetividad.
La relación del hombre con su ambiente se caracteriza por su apertura al mundo.
La subjetividad se constituye entonces en el campo del otro. El otro como ser social esta en contacto e inevitablemente en la frontera de toda experiencia humana. Es fundamental señalar el concepto de vínculo como esa estructura compleja multidimensional que aloja sistemas de pensamientos, conductas y modelos de acción, maneras de pensar, sentir, percibir y hacer con el otro, que constituyen los primeros cimientos del sujeto y las primeras estructuras de identificación No solo la red de vínculos que lo acoge en condición de supervivencia de este ser que nace incapaz de sobrevivir sin la asistencia del otro ser social, sino, que la red de vínculos es el cimiento necesario para la confirmación de la identidad. Sin la presencia del otro, queda al descubierto la fragilidad sobre la que esta constituido el reconocimiento de la mismidad y la identidad del sujeto. [1] En este proceso de vinculación, a través de esta interacción con los otros, puede darse en este sujeto que emerge, una ruptura de pensamiento, de la representación de sus percepciones del mundo, para llegar al extremo de transgredir esas fronteras de pensamientos, percepciones y acciones.

PRIMERA PARTE
VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO

La violencia en el noviazgo suele estar enmascarada. El velo del amor la vuelve casi invisible. La mayoría de las jóvenes mexicanas no sólo desconocen los signos de este maltrato, sino que por lo general lo confunden con muestras de afecto, interés, amor, sin darse cuenta de que detrás de esta máscara hay conductas controladoras, de poder y de dominación hacia el otro, sustentadas en comportamientos aprendidos en cuanto a la desigualdad entre los sexos, con marcada superioridad del hombre sobre la mujer. De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Violencia en las Relaciones de Noviazgo (Envinov) 2007, elaborada por el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ),

*15.5 % de los mexicanos de entre 15 y 24 años con relaciones de pareja han sido víctimas de violencia física; 75.8 % ha sufrido agresiones psicológicas y 16.5 % han vivido al menos una experiencia de ataque sexual. [2]

Por lo regular surge desde el principio del noviazgo y va creciendo de una forma muy sutil, acompañada del pensamiento erróneo de la mujer y, en ocasiones, también de las personas que la rodean. Frases como: “es normal”, “así son los hombres”, “es porque me quiere”, “va a cambiar”, “él no es malo”, “seguro que hice algo para que se enojara” , “soy una tonta”, “yo lo provoqué”…, etcétera.
La forma en la que amamos y vivimos el amor varones y mujeres tiende a ser diferente, porque partimos de dos subculturas, femenina y masculina, que implican valores y roles distintos. [3]
En gran parte, estos problemas derivan del hecho de ser mujer en esta cultura, en la que se le programa para cumplir siempre primero las necesidades de otros. A ello se suma la moral religiosa, la manera judeocristiana de ver el mundo que inspira la civilización occidental considera que el cuerpo, la sexualidad femeninos, representados en la persona de Eva, son los responsables de la caída de la humanidad. Durante miles de años las mujeres han sido golpeadas, maltratadas, violadas, quemadas en hogueras y culpadas de todo tipo de males, simplemente por ser mujeres.[4] Y no olvidemos que no obtuvimos el derecho al voto hasta 1920.
Esto influye en las familias, y las familias influyen en el entorno. Determinan cómo se dan las relaciones entre sus miembros, cómo están establecidos los roles en cuestión de género, de los estereotipos, de cómo se habla de las mujeres y de los hombres, cómo se los trata, en el respeto o la falta de éste. Se crean vínculos amorosos y afectivos o se vive en soledad, en aislamiento. La manera como nos contactamos con los otros, nuestra experiencia, marca la diferencia entre funcionalidad y disfuncionalidad en nuestras vidas y en nuestra forma de relacionarnos.
Los niños y luego los jóvenes aprenden a relacionarse desde lo que ven y viven en la familia, para luego reproducirlo en otros contextos como el escolar, los amigos y el noviazgo. Estas actitudes pueden ser de violencia dirigida, sobre todo hacia las mujeres.
La violencia llega a ser aceptada socialmente. Por esta razón se torna difícil aceptarla como un problema y más difícil aún es salir de él por estar vinculada al placer y la proximidad afectiva, con sus respectivas fuerzas ambivalentes.

Conductas
El varón ejerce conductas violentas sobre la joven con la que inicia una relación de noviazgo, que abarcan desde la violencia emocional: celos, chantaje, llamadas continuas, amenazas, humillación, castigos, control, indiferencia, denigración, insultos; la violencia física: empujones, pellizcos, tirones de cabello, bofetadas, patadas, puñetazos; hasta la violencia sexual: sometimiento, coerción, violación. Todo ello, por supuesto, en nombre del amor, lo cual lo hace tolerable para la adolescente que lo está viviendo.
Para saber si el muchacho con el que tiene una relación de noviazgo es violento, la mujer necesita  reconocer si expresa celos de amigas/os, compañeras/os de trabajo o familiares.  Insiste en saber con quién está.  Hace escenitas. Se queda en silencio por enojo. Presiona para que la chica haga dietas o ejercicio. Amenaza con suicidarse. Hace sentir miedo de sus reacciones. Agrede físicamente (empuja, cachetea, rasguña o golpea). Revisa las pertenencias (diario o correo electrónico, para conocer “la verdad”). Amenaza con terminar la relación. Culpabiliza. Censura la forma de vestir. Descalifica. Prohíbe. Decide sin importar la opinión o los sentimientos de su pareja. Toca, besa o acaricia sin consentimiento. Avergüenza. Proyecta sus acciones, pensamientos y sentimientos. Presiona para tener relaciones sexuales. [5]

Consecuencias
En estas jóvenes las consecuencias pueden ser aislamiento, depresión, bajo rendimiento o fracaso escolar, trastornos alimenticios y del sueño, adicción, embarazo no deseado, enfermedades de transmisión sexual, así como daños en su salud física y emocional.

Tratamiento
Tanto en este tema como en otros similares, me parece que deberíamos ocuparnos (autoridades educativas, sociedad, psicólogos, terapeutas) en primer lugar de la prevención. El peor enemigo de cualquier persona, de cualquier sociedad es la ignorancia; tal vez se podría empezar con la información como primer paso para ampliar la conciencia, pero esto debe ser desde la raíz, desde la familia. Luego será conveniente informar para que puedan detectarlo en casa, en los propios jóvenes o en su círculo de amigos.
El fondo es complejo, y tendríamos que observar las familias donde viven estos adolescentes o jóvenes, ya que en ellas se llevan a cabo las tareas emocionales significativas de cada etapa del ciclo vital; observar cómo se relacionan y poder entender las conductas de ambos, tanto del varón agresor como de la joven que permite ser agredida, maltratada en cualquiera de las formas mencionadas.
La familia responde a la naturaleza social, más que individual, del ser humano. Es la unidad básica de desarrollo y experiencia, de realización o fracaso, de enfermedad o salud. La familia se inicia con la formación de una pareja, cuyos miembros a su vez son miembros de sus respectivas familias de origen. La pareja, desde su constitución, pasa por etapas que demandan ajustes y definiciones de relaciones que ponen a prueba los recursos tanto individuales como del sistema, tanto al resolver conflictos como al ejecutar las tareas que se van presentando.[6]

También parece importante mencionar, sin restarle trascendencia a lo anterior, que  algunas de las jóvenes mujeres están mostrando estas conductas violentas, tanto emocionales como físicas hacia sus compañeros varones, o hacia sus hijos cuando ya los tienen. En la actualidad también se ha visto en ellas un aumento en el consumo o abuso de sustancias adictivas como tabaco, alcohol y otras drogas, tal vez en una reacción de rebeldía por agresiones recibidas de los varones de la familia o parejas anteriores, o en un concepto o percepción errónea de la equidad de género. Si bien se da en menor grado, creo que se le debe prestar atención también como fenómeno social en el que se continúa el círculo sin fin de la violencia.
Me parece fundamental el papel de la psicoterapia, pero no una psicoterapia como herramienta de transformación (bastaría para cambiar al mundo cambiando a un individuo), sino una psicoterapia que se conjugara con la política, pues los cambios que se suscitan complementarían el cambio psicológico.
Si el problema ya se da en la pareja de jóvenes, quienes deben ampliar su mirada en primer lugar son los padres, personas significativas cercanas o los maestros, para orientar y ayudar con información adecuada sobre las diversas opciones de terapia psicológica.

También se ha de orientar e informar más acerca de la sexualidad no sólo como lo hacen en algunas escuelas, desde la parte biológica (reproducción, enfermedades transmisibles, embarazo), sino desde todo lo que implica y significa la sexualidad humana, incluidas la equidad y  la diversidad.
Hay que hablar a los jóvenes acerca del noviazgo como una relación afectiva y a veces sexual, que sirve para conocerse, para compartir experiencias; transmitir a las mujeres que son libres de elegir a quien amar, con quién tener relaciones sexuales, que nadie pueda obligarlas, someterlas y mucho menos maltratarlas. Todos necesitamos amar y ser amados, pero amor es respeto a sí mismo para respetar a los demás, es percibirse digna de amor, para no crear dependencias, para saber decir no.
En pocas palabras: se trata de ver la relación amorosa como una oportunidad de crecimiento, de creatividad, de un espacio de libertad; de cultivar relaciones igualitarias, basadas en la equidad como meta.

Una de las características de la relación Yo-Tú que propone Buber es la reciprocidad y se hace posible por la co-existencia; o la co-presencia, tanto actúa el Yo sobre el Tú, como el Tú actúa sobre el Yo abocándola a una co-creación. Es un acto de interpenetración de determinados componentes de cada ser, volviéndose cada uno disponible para el otro, siendo cada uno revelado por el otro. Esta reciprocidad sitúa al hombre en la responsabilidad frente al otro. [7] 

CONTINÚA (segunda parte)
                                                                 Escrito por: Laura Fernández Torrisi




[1] Pichón-Riviere
[2] Imjuventud.
[3] Fina Sanz.
[4] Northrup
[5] Encuesta realizada en noviembre de 2004 dentro de la campaña Amor-es Sin Violencia.

[6] Gómez Coronel
[7] S. Schoch.

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