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Naucalpan, Estado de México, Mexico
♆ Dirigido a público en general, con temas seleccionados para el bienestar de la salud emocional, el desarrollo humano y la familia. También a la comunidad de mujeres con ENDOMETRIOSIS.Quisiera aportar, por este medio y contando con mi preparación académica, así como con mi experiencia de vida, y laboral, algo que pudiera ayudar a mejorar la calidad de vida de quien lo lea. Servir de orientación para quien desée realizar cambios positivos, o para buscar el apoyo adecuado en el momento que se requiera. PARA TODA PERSONA INTERESADA EN SU CRECIMIENTO PERSONAL.

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jueves, 6 de septiembre de 2012

SEGUNDA PARTE: FEMINICIDIO - Por: Laura Fernández Torrisi




SEGUNDA PARTE:
FEMINICIDIO
(Publicado en FiguraFondo)

Nos podemos preguntar
desde qué ángulo hay que considerar esta naturaleza humana
¿hay que buscarla en la espontaneidad del niño,
en las acciones de los héroes,
en la cultura de los grandes periodos clásicos,
en la vida de la gente corriente,
en el amor de los amantes,
en las reacciones milagrosas de
algunas personas frente al peligro?”
Paul Goodman

Para abordar este tema es necesario definir el concepto de violencia de género. Es cualquier acto de coerción basado en el género que tenga como consecuencia daño físico, sexual, psicológico, político, social, y/o económico, para las mujeres en todas las fases de su ciclo vital. Incluye la coacción o privación arbitraria de libertad, o tan sólo la amenaza de tales actos. Aplica tanto al ámbito privado como al público. En el tratado internacional de los derechos humanos es considerada como una violación de los derechos humanos de las mujeres.[1] Los feminicidios registrados no sólo en Ciudad Juárez, sino en todo el país, también son crímenes de Estado porque las instituciones encargadas de brindar seguridad han sido rebasadas, y ponen en evidencia la falta de reformas políticas con perspectiva de género. [2]

La violencia de género es estructural al orden patriarcal, en grados diversos, y un fenómeno generalizado de violación de los derechos humanos de las mujeres.[3]
El maltrato hacia las mujeres está directamente ligado a las sociedades patriarcales y machistas, aunque no se nace “macho” ni machista. Los individuos machistas no hacen una sociedad machista, sino que la sociedad machista hace individuos machistas. El machismo no es un atributo natural innato; como toda relación de poder, crea roles y personajes que parecen naturales. Así como el sistema social y económico de la esclavitud crea amos y esclavos, el sistema del machismo crea hombres y mujeres machistas, que aprenden los roles necesarios para que éste funcione y se perpetúe.[4]
Otro concepto importante en este tema es la misoginia. El misógino es un hombre atrapado en el conflicto ante su necesidad del amor de una mujer y el profundo temor que ella le inspira [5]

Esto quiere decir que las mujeres desempeñamos el papel quizá más importante, como madres y educadoras de familias y de hombres con roles machistas, que a su vez se extiende a la sociedad, a las escuelas y a los gobiernos. Todavía hoy resulta difícil que las mujeres reconozcamos que tanto un hombre macho como un misógino aprende, se forma, se hace en la casa y con la educación, principalmente de una mujer, la madre.
Es necesario desde reestructurar espacios, abrirlos, hacer cambios en las relaciones políticas, el lenguaje, las normas, prácticas y por resignificar y dignificar la política. [6]
A su vez, Michel Foucault menciona: “Mi cuerpo, de hecho, está siempre en otra parte, vinculado con todos los allá que hay en el mundo; y, a decir verdad, está en otro lugar que no es precisamente el mundo, pues es alrededor de él que están dispuestas las cosas; es en relación a él, como si se tratara de un soberano, que hay un arriba, un abajo, una derecha, una izquierda, un delante, un detrás, un cerca y un lejos: el cuerpo es el punto cero del mundo, allí donde los caminos y los espacios se encuentran. El cuerpo no está en ninguna parte: está en el corazón del mundo, en ese pequeño núcleo utópico a partir del cual sueño, hablo, avanzo, percibo las cosas en su lugar, y también las niego en virtud del poder indefinido de las utopías que imagino. Mi cuerpo es como la Ciudad del Sol: no tiene lugar, pero a partir de él surgen e irradian todos los lugares posibles, reales o utópicos.”[7]

En mi opinión, efectivamente faltan muchas cuestiones políticas que le corresponden al Estado, como iniciativas de ley respecto a todo lo concerniente a las mujeres, a la equidad de género, al respeto a la diversidad sexual y a las minorías en general, pero también creo que como sociedad, sobre todo los que como en mi caso (psicoterapeuta y Lic. en Psicología  clínica), por dedicarnos al cuidado de la salud emocional tenemos un compromiso aún mayor. Si esto se hiciera, si asumiéramos valiente, responsable y conscientemente este compromiso social, nuestro país tendrá otra definición, otro color, se respirarán otros aires democráticos convocados por la ciudadanía.[8] Y podríamos impulsar acciones y políticas públicas y de gobierno, es decir, una verdadera política de Estado para erradicar entonces sí la violencia contra las mujeres y avanzar en los caminos de la libertad. [9]

CONCLUSIÓN
En México, país donde vivimos muchos tipos de violencia (secuestros, versiones cada vez más refinadas de asesinatos, violaciones, corrupción, ilegitimidades, engaños, etc.) y muchas y variadas son las víctimas. A veces son niños, otras ancianos, indígenas, el pueblo,  homosexuales; en fin, siempre alguien más débil. En este trabajo específicamente, el ser vulnerable al que me refiero es la mujer, desde que empieza una relación destructiva de noviazgo hasta llegar al límite, al extremo del feminicidio.
¿Por qué resulta tan difícil la prevención de la violencia? Cómo hemos visto, recorre un camino que comienza en la familia y luego es parte de la vida de cada individuo de diferentes formas y en distintas escalas, desde la verbal, la del silencio, la emocional, hasta la física y sexual; de la más sutil hasta culminar muchas veces con el asesinato. Entre las causas también estarían, por supuesto, las patologías psiquiátricas, pero, ¿cuál es la etapa en la que se encuentra situada hoy nuestra sociedad, respecto a la violencia ejercida sobre las mujeres? ¿Cuál es la percepción de la sociedad, de las autoridades de educación, de salud y del gobierno ante estos problemas? ¿Se le da la debida importancia? ¿Qué papel desempeña la moral religiosa? ¿Cuál es la postura del Estado, el conocimiento, la transparencia de las investigaciones? ¿Hay interés real, voluntad política para resolver este problema? ¿Se formulan propuestas políticas claras y eficaces? ¿A qué sectores involucran esas políticas? ¿Se les asignan los recursos económicos y humanos suficientes?.... Son muchas preguntas que en este momento se me ocurren.

Expresa Michel Foucault: “Hay pues países sin lugar alguno e historias sin cronología. Ciudades, planetas, continentes, universos cuya traza es imposible de ubicar en un mapa o de identificar en cielo alguno, simplemente porque no pertenecen a ningún espacio. No cabe duda de que esas ciudades, esos continentes, esos planetas fueron concebidos en la cabeza de los hombres, o a decir verdad en el intersticio de sus palabras, en la espesura de sus relatos, o bien en el lugar sin lugar de sus sueños, en el vacío de su corazón; me refiero, en suma, a la dulzura de las utopías.”[10]

Es importante trabajar en esto, saber qué podemos hacer cada uno de nosotros desde donde estamos, como individuos, familia, escuela, sociedad, y aprender también a exigir lo que nos corresponde. Debemos eliminar de nuestro vocabulario términos discriminatorios, peyorativos, de burla, misóginos, los estereotipos culturales que fomenten la violencia hacia las mujeres. 
La humanidad ha vivido hasta ahora una historia dividida, siguiendo caminos paralelos, como si hombres y mujeres constituyeran especies diferentes. Es hora de aprender unos de otros. Se trata de unir los caminos, para que las mujeres tengan acceso al inmenso acervo de conocimientos acumulado por los hombres, y ellos logren aprovechar la sabiduría milenaria de las mujeres. La equidad no es sólo una cuestión de justicia elemental; de ella depende la solución de los problemas que aquejan a la humanidad desde tiempos inmemoriales. A largo plazo, no sólo se trata de cambiar la relación entre hombres y mujeres, sino de ampliar los alcances de la condición humana.[11]

Creo que es un trabajo arduo de parte de todos y cada uno de nosotros que empieza con el amor hacia nosotros mismos y hacia los demás; un principio de solución sería este amor propio, apuntando hacia el bien común. El ideal del amor propio no es una sencilla y pasiva interiorización de los valores vigentes, porque entre la multiplicidad de éstos, selecciona, jerarquiza y después los reinterpreta subjetivamente. Esta labor descarta unos valores, atrofia otros, y los demás los perpetúa y potencia, pero modificándolos con un sesgo personal. [12]

Quisiera terminar mi conclusión con esta reflexión, de Foucault:  “Quizás valdría decir que hacer el amor implica sentir que el cuerpo propio se cierra sobre sí mismo, que por fin se existe fuera de toda utopía con toda la densidad de uno entre las manos del otro: bajo los dedos del otro que te recorren, tu cuerpo adquiere una existencia; contra los labios del otro tus labios devienen sensibles; delante de sus ojos entrecerrados nuestro rostro adquiere una certidumbre y hay, por fin, una mirada para ver tus pupilas cerradas. Al igual que el espejo y que la muerte, el amor también apacigua la utopía de tu cuerpo, la acalla, la calma, la encierra en algo así como una caja que después sella y clausura; es por eso que el amor es tan cercano pariente de la ilusión del espejo y de la amenaza de la muerte. Y, si a pesar de esas dos peligrosas figuras, nos gusta tanto hacer el amor, es porque cuando se hace el amor el cuerpo está aquí.” [13]

Ser mujer ya no significa tener que ser pasiva, sumisa y en ocasiones abyecta. Tampoco quiere decir convertirse en “hombre honorario” imitando el comportamiento masculino tradicional. No hay contradicción entre convertirse en una mujer amante y generosa, y ser capaz de cuidarse sola, y de proteger los propios intereses. La ofrenda más maravillosa que puedes hacer a cualquier hombre que esté contigo, es el seguro sentimiento de tu propio valor, y con él tu esperanza de ser amada y tratada con humano respeto.[14]

Es importante conceptuar el feminicidio como el asesinato sistemático de mujeres en el patriarcado y por tanto, tolerado por el Estado. Por ser tolerado este asesinato incluye la violación sistemática de los derechos humanos. La muerte violenta en las mujeres es el resultado de un proceso, no es un hecho aislado o dado en un vacío relacional.
Los homicidios no son accidentes lamentables, fatalidades o circunstancias desafortunadas: son parte de un encadenamiento de hechos.

La violencia hacia las mujeres no debe ser disminuida, debe ser erradicada.
El mito más insidioso sobre la violencia contra las mujeres es el de que ésta es trivial, o secundaria, en relación con otras violaciones de derechos humanos que tienen  que ver con la vida y la muerte. Nada podría estar más lejos de la realidad: la discriminación sexual mata mujeres diariamente y hay cada vez más documentación sobre las muchas maneras en que el ser mujer representa una amenaza  para la vida. Esos abusos tienen lugar en cada país y se detectan en los hogares, los lugares de trabajo, las calles, traspasando líneas de clase, raza, edad y nacionalidad. [15]
               Escrito por: Laura Fernández Torrisi



[1] M. Pezzotti.
[2] Lagarde, citada por Reyes
[3]  Lagarde, citada por Godínez
[4]  Castañeda.
[5]  Forward.
[6] Lagarde, citada por Godinez
[7] Foucault
[8] Lagarde, citada por Godinez
[9] Lagarde, citada por Godinez
[10]  Foucault.
[11]  Castañeda.
[12]  Savater.
[13]  Foucault.
[14]  Forward.
[15]  Pezzotti,

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